La vida en este país ha sido un trote constante, era emocionante ser testigo de las protestas en la calle... Pero mientras las bombas lacrimógenas, los curas reaccionarios, los golpes de Estado y los desastres naturales arrasaron con todo y gente, yo permanecí como un mueble de casa tradicional pese a que me educaron monjas de moral trasnochada que jugaban basquetbol con las alumnas, cantaban trova de Mercedes Sosa y que enseñaban la vida del Che Guevara en diapositivas.
Volví hace poco a los paisajes de hace veintitantos años y están igual, pero ya no es igual, aquellas maestras murieron o se exiliaron, las canciones se añejaron y los botes de basura son los mismos —siguen verdes—. Yo terminé de madurar con música clásica, con baladas de José José, viajes de placer y tres hijos. Ahora da pánico ver cómo mucha gente ha querido sostener lo que permaneció de pie.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario